miércoles, 21 de abril de 2010

TUS NIÑOS ¡NO PERDERLOS DE VISTA!


EN UN SEGUNDO SE PUEDEN PERDER.

Me duele cada vez que veo fotografías de niños, desde meses hasta diez y siete o más años de edad perdidos, buscados por missing children en las facturas de servicios que recibo.

Paso un recuerdo personal. Nos habían prestado una casa en la costa atlántica. Mi hijo Nahuel tenía tres años, mi hija Georgia cuatro y medio. -Nos juntamos con mis suegros, las hermanas de mi esposa, mis padres y fuimos. -Un día volvíamos de la playa para almorzar.

-Caminábamos con mi mujer llevando a mi hija de la mano, de pronto presto atención hacia delante, veo a una parte de la familia... ¡Pero no veo al niño! -Vuelvo la vista hacia atrás, nos seguían mis padres y ¡Tampoco estaba con ellos! -Me detengo... la alarma sonaba en mi cabeza. -¡Eh!.. ¡Eh!... -grité -¿Nadie tiene a Nahuel? -Cruzamos miradas, al ser varios, confiábamos en que otro lo cuidaba.

Atrás, a unos setenta metros estaba la avenida que habíamos pasado hacía minutos. -Echamos a correr con Ramón mi suegro, volviendo a cruzarle -Tú ve por la acera hacia la izquierda, yo sigo hacia el mar -dije -¡vale! -repuso -y nos separamos...

Llegué hasta la playa, mi corazón golpeteaba mientras volvía sin hallarlo, a la distancia vi a mi suegro con el niño en brazos. ¡Upp... bien! -pensé -Cuando todos habíamos cruzado, él había seguido caminando por la acera-el dueño de un restaurante lo tuvo en alto entre sus brazos. Un susto con final feliz...

Tres años más tarde llegamos ya los cuatro solos, a otro balneario también en la costa-la noche caía, luego de hallar una ubicación para dormir, tuve la visión de decir a mi hijo. -Mira bien, esta es la calle tres y treinta y cuatro, estamos a dos cuadras del mar, -presta atención al frente de esta casa. -¿Esta claro? -pregunté. ¡Si... Pa! -contestó... y fuimos a cenar.

A la mañana siguiente, todos a la playa, era plena temporada. -Tomábamos mate y los mirábamos... en segundos ¡Otra vez no vemos a Nahuel! -Era un hormiguero de gente… mi mujer desesperaba. -Quédate tranquila, estará en la puerta del departamento -aseguré “quise creerlo” -Volvimos rápidamente, mantuvimos la calma, al dar vuelta la esquina... ¡Allí estaba, paradito en la acera! -Nuevamente tuvimos suerte o Dios lo protegía.

Hubo dos, que es mucho, pero no tres veces.

Debemos ser flexibles adaptándonos a los riesgos del tiempo presente. -Ser preventivos, mirar donde y con quien están, se juntan, o los dejamos, ¿que hacen? -En fin, tú sabes, somos responsables de ellos hasta que decidan por si mismos y se valgan solos. “Aunque después, siempre cuentan con nosotros” ¿No es verdad?