Marcos
conocía mucho de computación, obtenía ingresos temporales brindando servicio técnico a quienes lo
llamaban. Al regresar de uno de ellos, encontró que Alicia había llegado con
sus maletas. Ella había acomodado sus ropas que no eran muchas en parte del
placar que encontró libre. Hola, dijo él, veo que ya te has acomodado. Si,
afirmó ella, acomodé mi ropa y mis libros en los estantes que encontré vacíos,
ahora iba a prepararme un té que acompañaré con vainillas.
Hace mucho
calor afuera, ronda los 35º, con tu permiso iré a quitarme esta ropa y ponerme
unas bermudas –espetó Marcos. Dale, hazlo, has de cuenta que estás en tu casa –
replicó Alicia entre carcajadas. A él le gustó su risa y su buen humor. Se puso ropa cómoda recostándose
en la cama un momento, miró la sábana que a título de biombo lo separaba de la
cama que ella ocuparía. Prontamente se levantó, dirigiéndose a la cocina, tomó
una cerveza de la heladera y unos bizcochos de grasa de un frasco, sentándose a
la mesa junto a Alicia.
Compartieron
parte de sus historias durante una hora, de la conversación él dedujo que no
era una chica liberal, más bien conservadora, aunque no dejaba de sorprenderle
que haya accedido a convivir. Pero siendo de mente abierta era consciente de
que la necesidad ayuda a asumir riesgos. Por otra parte Alicia pensaba para sí,
si no había estado muy atrevida al aceptar convivir con un desconocido sin
derecho a toques. Pero por alguna razón al verlo a los ojos y ante el
compromiso de él, de que no iba a hacerle nada que ella no quisiera, le creyó.
Tuve un día
agotador, estoy toda dolorida, dice ella a la vez que se pone de pié, me
recostaré un rato en ese hermoso sillón que tienes. Haces bien en descansar,
relájate cuando te levantes te haré unas
masajes en el cuello si gustas, afirma Marcos. OH! Si, si tienes buena mano te lo agradeceré. Terminó
de decirlo y se quedó dormida. Él se quedó en la cocina preparando un pechito
de cerdo con papas y batatas, luego de condimentarlo, puso todo a cocinar sobre
la hornalla de la cocina en una fuente para horno con tapa. El reloj marcaba
las 21 horas, Alicia que se movía en el sofá, se despertó sobresaltada, aunque de
inmediato se ubicó en tiempo y espacio. ¡Ay! dijo al incorporarse, él la
escucho, acercándose. ¿Te duele el cuello? Sí, estoy contracturada, ¡sabía que
me iba a pasar!
Ven,
siéntate en esta silla de respaldo bajo. Ella lo hizo. Pero tienes que quitarte
la blusa si no me tienes vergüenza así podré trabajar tu cervical. Ella se
quitó la blusa luego de decir que confiaba en él, quedando con su corpiño
negro. Marcos se friccionó las manos con un poco de talco, las apoyó sobre el
cuello y los hombros comenzando a amasarlos lentamente, de manera ascendente y
descendente.
Trabajó los omóplatos y
descendió con sus manos junto a las vertebras de la espalda, ella se quejó con dolor, él le dijo que debía
aguantar un poco, que la elongación y los masajes que él le hacía, iban a
disolver las contracturas liberando la circulación de sangre. Pasaban los
minutos él continuaba su tarea, su vista bajo hacia el corpiño de ella, se
veían unos pechos generosos, erguidos. Ella en ese momento dijo ¿No me estarás
mirando los pechos? Ehhh, no, no, tan solo un momento por simple curiosidad,
debo decirte que te ves “saludable” jajaja,
pero estoy concentrado en tus hombros, ya casi termino. A poco después
dio por terminada la sección de masaje. Puedes ponerte de pié, alza y baja los
hombros como diciendo ¡Qué me importa! Ella lo hizo, tras hacerlo dijo sentirse
muy bien. Gracias, te has pasado con tus masajes, te debo una –afirmó. Él le
sostuvo la camisa como si fuera un saco para que vuelva a ponérsela. Mira que
ya preparé la cena. ¿Sí? Eres un encanto, acostumbro a comer cualquier cosa por
falta de tiempo.
Esa noche
cenaron acompañando la cena con una copa de vino Malbec. Tienes buena mano,
también para cocinar, te ha quedado muy
rico, te debo otra volvió a decir Alicia. Por favor no me agradezcas a cada
rato, yo cuento con más tiempo que tú por ahora, por tu estudio y trabajo,
cocinaré para los dos siempre que pueda, después compartiremos los gastos. De
acuerdo replicó ella, pero ahora déjame lavar la vajilla y guardarla, tú
quédate sentado que traeré café para los dos. Tras decirlo, se llevó los
trastos a la cocina, lavó y guardó mientras la cafetera se ocupaba del café.
Cuando llegó con la bandeja y el café
Marcos miraba una película en la televisión. Se sentó cerca de él
viéndola juntos hasta el final. Ya eran
las 23 horas, se dijeron buenas noches dirigiéndose cada uno a s u parte del
dormitorio, mientras se quitaban la ropa cada uno imaginaba al otro del otro
lado. Ella se quedó en su mini bombacha y corpiño negro, cubriéndose por una
sábana rosa. Él en verano acostumbraba a dormir desnudo, así se tiró sobre la
cama y en minutos se adormeció. A Alicia le costaba acostumbrarse al cambio de
ambiente y de colchón, pasó media hora despierta, escuchaba los ronquidos de
Marcos, curiosa se puso de pié y miró por encima de la sábana divisoria. ¡OH!
Exclamó al verlo desnudo, era un joven de buen físico, anchas espaldas y muy
bien dotado…debía reconocerlo. Con el rostro rojo de vergüenza volvió a su cama
hasta dormirse.
A la mañana siguiente ella fue la primera en
levantarse, entró en el baño y se dio una ducha de agua refrescante. Envuelta
en un toallón salió hacia el dormitorio para vestirse, luego en la cocina se encontró con Marcos que
estaba tomando unos mates, se sonrojó al verlo recordando como lo había visto
la noche anterior. Buen día, ¿has dormido bien? Preguntó él. Si, como un tronco
–respondió ella. Mientras ella se tomaba un café con leche, el miraba su falda corta que dejaba a la vista unas
bellas piernas, una blusa con poco escote, mientras su cabello lacio negro caía
sobre sus hombros. Ella se dio cuenta, ¿me estás sacando una radiografía? Dijo
con una sonrisa. Ojalá tuviera ojos con rayos x respondió él con otra sonrisa
pícara. Ella tomó sus carpetas le dio un
beso en la mejilla diciéndole, salgo para mi trabajo, después me quedo un rato
estudiando en la biblioteca para salir desde allí hacia la Universidad, así que
llegaré pasadas las 22 horas. Bien, cuídate replicó Marcos. Así pasaron 30 días
con encuentros circunstanciales, en los que compartían experiencias y sonrisas.
A ella le agradaba cada vez más ese joven y a
él le sucedía lo mismo respecto a ella. Llegó un sábado a la noche de
julio, el verano entraba en su esplendor, ella llevaba un short corto de jean con una remera roja sin mangas,
él con bermudas y remera azul sin mangas. Estaban en el apartamento esperando la llegada de una
pizza que habían encargado. ¿Sabes una cosa Alicia? preguntó Marcos. Dime, espetó ella. Pues mira, hace diez días conseguí trabajo
fijo, esa es una, la otra es que voy a pedirte que te busques otro lugar donde
vivir. ¿Por qué? Pregunta ella sorprendida. Porque no puedo seguir cumpliendo
mi promesa de no besarte. Estoy loco por ti, te amo mujer, quiero que seas para
mí nada más. No te preocupes responde ella acercándose a él, a mi me sucede lo
mismo contigo, se alza de pies y lo besa. El la abraza levantándola del suelo, hunde su boca en la
de ella durante un tiempo que parecía eterno. Cuando se separa, ella se quita
la remera, él hace lo mismo, ella le pide que le desabroche el corpiño, él lo
hace y la abraza un momento por la espalda hundiendo su cara en su cabello.
Luego la levanta en sus brazos llevándola a su parte del dormitorio. La cama de
dos plazas se movería como bajo un terremoto. El timbre de calle con la pizza
sonaría infructuosamente. Los dos
enamorados no saldrían del dormitorio hasta la mañana siguiente.
Esta pareja
tuvo oportunidad de conocerse y convivir por lo que considero tendrán un buen
futuro. Y así termina esta historia de encuentros que tuvo un final feliz para
los dos.
Te saludo
visitante, ha resultado un poco largo este relato, no lo escribo en mi mejor
forma.