viernes, 3 de julio de 2015

LA COINQUILINA Capítulo 2 y final.


Marcos conocía mucho de computación, obtenía ingresos temporales  brindando servicio técnico a quienes lo llamaban. Al regresar de uno de ellos, encontró que Alicia había llegado con sus maletas. Ella había acomodado sus ropas que no eran muchas en parte del placar que encontró libre. Hola, dijo él, veo que ya te has acomodado. Si, afirmó ella, acomodé mi ropa y mis libros en los estantes que encontré vacíos, ahora iba a prepararme un té que acompañaré con vainillas.
Hace mucho calor afuera, ronda los 35º, con tu permiso iré a quitarme esta ropa y ponerme unas bermudas –espetó Marcos. Dale, hazlo, has de cuenta que estás en tu casa – replicó Alicia entre carcajadas. A él le gustó su risa y su  buen humor. Se puso ropa cómoda recostándose en la cama un momento, miró la sábana que a título de biombo lo separaba de la cama que ella ocuparía. Prontamente se levantó, dirigiéndose a la cocina, tomó una cerveza de la heladera y unos bizcochos de grasa de un frasco, sentándose a la mesa junto a Alicia.
Compartieron parte de sus historias durante una hora, de la conversación él dedujo que no era una chica liberal, más bien conservadora, aunque no dejaba de sorprenderle que haya accedido a convivir. Pero siendo de mente abierta era consciente de que la necesidad ayuda a asumir riesgos. Por otra parte Alicia pensaba para sí, si no había estado muy atrevida al aceptar convivir con un desconocido sin derecho a toques. Pero por alguna razón al verlo a los ojos y ante el compromiso de él, de que no iba a hacerle nada que ella no quisiera, le creyó.

Tuve un día agotador, estoy toda dolorida, dice ella a la vez que se pone de pié, me recostaré un rato en ese hermoso sillón que tienes. Haces bien en descansar, relájate  cuando te levantes te haré unas masajes en el cuello si gustas, afirma Marcos. OH! Si, si  tienes buena mano te lo agradeceré. Terminó de decirlo y se quedó dormida. Él se quedó en la cocina preparando un pechito de cerdo con papas y batatas, luego de condimentarlo, puso todo a cocinar sobre la hornalla de la cocina en una fuente para horno con tapa. El reloj marcaba las 21 horas, Alicia que se movía en el sofá, se despertó sobresaltada, aunque de inmediato se ubicó en tiempo y espacio. ¡Ay! dijo al incorporarse, él la escucho, acercándose. ¿Te duele el cuello? Sí, estoy contracturada, ¡sabía que me iba a pasar!
Ven, siéntate en esta silla de respaldo bajo. Ella lo hizo. Pero tienes que quitarte la blusa si no me tienes vergüenza así podré trabajar tu cervical. Ella se quitó la blusa luego de decir que confiaba en él, quedando con su corpiño negro. Marcos se friccionó las manos con un poco de talco, las apoyó sobre el cuello y los hombros comenzando a amasarlos lentamente, de manera ascendente y descendente.  
Trabajó los omóplatos y descendió con sus manos junto a las vertebras de la espalda,  ella se quejó con dolor, él le dijo que debía aguantar un poco, que la elongación y los masajes que él le hacía, iban a disolver las contracturas liberando la circulación de sangre. Pasaban los minutos él continuaba su tarea, su vista bajo hacia el corpiño de ella, se veían unos pechos generosos, erguidos. Ella en ese momento dijo ¿No me estarás mirando los pechos? Ehhh, no, no, tan solo un momento por simple curiosidad, debo decirte que te ves “saludable” jajaja,  pero estoy concentrado en tus hombros, ya casi termino. A poco después dio por terminada la sección de masaje. Puedes ponerte de pié, alza y baja los hombros como diciendo ¡Qué me importa! Ella lo hizo, tras hacerlo dijo sentirse muy bien. Gracias, te has pasado con tus masajes, te debo una –afirmó. Él le sostuvo la camisa como si fuera un saco para que vuelva a ponérsela. Mira que ya preparé la cena. ¿Sí? Eres un encanto, acostumbro a comer cualquier cosa por falta de tiempo.

Esa noche cenaron acompañando la cena con una copa de vino Malbec. Tienes buena mano, también para cocinar,  te ha quedado muy rico, te debo otra volvió a decir Alicia. Por favor no me agradezcas a cada rato, yo cuento con más tiempo que tú por ahora, por tu estudio y trabajo, cocinaré para los dos siempre que pueda, después compartiremos los gastos. De acuerdo replicó ella, pero ahora déjame lavar la vajilla y guardarla, tú quédate sentado que traeré café para los dos. Tras decirlo, se llevó los trastos a la cocina, lavó y guardó mientras la cafetera se ocupaba del café. Cuando llegó con la bandeja y el café  Marcos miraba una película en la televisión. Se sentó cerca de él viéndola juntos hasta el final.  Ya eran las 23 horas, se dijeron buenas noches dirigiéndose cada uno a s u parte del dormitorio, mientras se quitaban la ropa cada uno imaginaba al otro del otro lado. Ella se quedó en su mini bombacha y corpiño negro, cubriéndose por una sábana rosa. Él en verano acostumbraba a dormir desnudo, así se tiró sobre la cama y en minutos se adormeció. A Alicia le costaba acostumbrarse al cambio de ambiente y de colchón, pasó media hora despierta, escuchaba los ronquidos de Marcos, curiosa se puso de pié y miró por encima de la sábana divisoria. ¡OH! Exclamó al verlo desnudo, era un joven de buen físico, anchas espaldas y muy bien dotado…debía reconocerlo. Con el rostro rojo de vergüenza volvió a su cama hasta dormirse.

A la mañana siguiente ella fue la primera en levantarse, entró en el baño y se dio una ducha de agua refrescante. Envuelta en un toallón salió hacia el dormitorio para vestirse,  luego en la cocina se encontró con Marcos que estaba tomando unos mates, se sonrojó al verlo recordando como lo había visto la noche anterior. Buen día, ¿has dormido bien? Preguntó él. Si, como un tronco –respondió ella. Mientras ella se tomaba un café con leche, el miraba  su falda corta que dejaba a la vista unas bellas piernas, una blusa con poco escote, mientras su cabello lacio negro caía sobre sus hombros. Ella se dio cuenta, ¿me estás sacando una radiografía? Dijo con una sonrisa. Ojalá tuviera ojos con rayos x respondió él con otra sonrisa pícara.  Ella tomó sus carpetas le dio un beso en la mejilla diciéndole, salgo para mi trabajo, después me quedo un rato estudiando en la biblioteca para salir desde allí hacia la Universidad, así que llegaré pasadas las 22 horas. Bien, cuídate replicó Marcos. Así pasaron 30 días con encuentros circunstanciales, en los que compartían experiencias y sonrisas.

A ella le agradaba cada vez más ese joven y a él le sucedía lo mismo respecto a ella. Llegó un sábado a la noche  de  julio, el verano entraba en su esplendor, ella llevaba un short  corto de jean con una remera roja sin mangas, él con bermudas y remera azul sin mangas. Estaban en el apartamento esperando la llegada de una pizza que habían encargado. ¿Sabes una cosa Alicia? preguntó Marcos.  Dime, espetó ella.  Pues mira, hace diez días conseguí trabajo fijo, esa es una, la otra es que voy a pedirte que te busques otro lugar donde vivir. ¿Por qué? Pregunta ella sorprendida. Porque no puedo seguir cumpliendo mi promesa de no besarte. Estoy loco por ti, te amo mujer, quiero que seas para mí nada más. No te preocupes responde ella acercándose a él, a mi me sucede lo mismo contigo, se alza de pies y lo besa. El la abraza levantándola  del suelo, hunde su boca en la de ella durante un tiempo que parecía eterno. Cuando se separa, ella se quita la remera, él hace lo mismo, ella le pide que le desabroche el corpiño, él lo hace y la abraza un momento por la espalda hundiendo su cara en su cabello. Luego la levanta en sus brazos llevándola a su parte del dormitorio. La cama de dos plazas se movería como bajo un terremoto. El timbre de calle con la pizza sonaría infructuosamente.  Los dos enamorados no saldrían  del dormitorio hasta la mañana siguiente.

 Esta pareja tuvo oportunidad de conocerse y convivir por lo que considero tendrán un buen futuro. Y así termina esta historia de encuentros que tuvo un final feliz para los dos.
Te saludo visitante, ha resultado un poco largo este relato, no lo escribo en mi mejor forma.