sábado, 22 de octubre de 2016

Una segunda oportunidad...


Marcos estaba en la parada del bus, dos mujeres aguardaban, llego una tercera muy atractiva, con cabello rubio que se veía natural y lacio, pantalones y blusa negra con escote moderado pero interesante. Llevaba anteojos de sol que no le dejaban ver sus ojos, él los imaginaba hermosos. Al llegar el bus, subieron dos mujeres, la joven rubia preguntó al chófer ¿Me deja en Beguerestain? El chofer no respondió, volvió a repetir la pregunta no obteniendo respuesta. Si, te deja en Beguerestain y Mitre le dijo Marcos. Gracias, replicó ella y subió. Se dirigió al fondo quedando de pié. Marcos se quedó un instante adelante para luego correrse al fondo, parándose a su lado. Ella giró el rostro preguntándole ¿A qué altura de Mitre está Beguerestain? Al 1800 respondió él, a la altura de La Telefónica. Si, si, allí voy por un trámite, mi teléfono esta sin tono hace días y me cobran Internet siendo que le di de baja. Estoy cansada de reclamar telefónicamente –afirmó. ¿Traes el reclamo por escrito? Inquirió él. No, respondió ella. Debes hacerlo, sino será lo mismo que la nada, le dijo Marcos. Si quieres me bajo contigo y un momento hacemos la nota escrita. ¿Harías eso por mí? Preguntó con aire de sorpresa. Si, lo haré, tengo tiempo, bajemos en la próxima que ya llegamos.


Se bajaron juntos, en una librería cercana en la que él compró unas hojas… Ahora que te parece si vamos a ese café y me pasas los datos, yo redacto el reclamo mientras tomamos algo - propuso Marcos, La joven acepto con un movimiento de cabeza. Luego de sentarse a una de las mesas, ella se quitó los anteojos y mostró sus ojos celestes. Disculpa, tienes unos ojos preciosos ¿Serás descendiente de alemanes? Has acertado - afirmó ella, mis abuelos eran alemanes, tuve la suerte de heredar su color de ojos. Mientras Marcos llenaba la nota de reclamo, intercambiaban datos de sus vidas. Ella tenía 37 años y él 49, ambos no estaban en pareja en ese momento. Pasó media hora, él termino la nota citando que si en 72 horas no le resolvían el problema, reclamaría ante Defensa del consumidor y el Ente Regulador de Energía. Acompañó a la joven hasta el mostrador para entregarla, la empleada que la recibió se mostró un tanto reticente en recibirla, pero finalmente se quedó con el original y le puso el sello de recibida a la copia que quedó en manos de la rubia. 
Salieron juntos, contentos de haber hecho una buena gestión. En la vereda ella le dijo, no sé como agradecerte…Él contestó, tu sonrisa es mi premio. Ella lo miró, eres un dulce, y alzándose un poco de pies le dio un beso en la mejilla. Marcos sintió que se mareaba ¿Qué tal si nos volvemos a ver el viernes a las 20 hs en Burbujas? Preguntó la joven. Me parece una idea magnífica – afirmó él. A la vez que le devolvía su beso en la mejilla, ahora un tanto más atrevido. Burbujas era un restaurante con cena show y bailable.

 Se separaron, el se dirigió a la parada del bus, estaba llevando una vida gris desde su separación, tres años atrás. Esta joven había puesto color y luz en su vida, esperaría con ansias la próxima cita. Tal vez esta era una segunda oportunidad que se le había dado sin buscarla.
Cuando llegó el viernes se enteró entre otras cosas que todos los problemas con telefónica habían sido resueltos. Por otra parte ella vino a la cita con un vestido infartan te que hacía lucir el encanto de su figura. Cada uno de ellos venía con sueños…¡¡seguramente se cumplirían!!


Esta historia la edité hace unos días en mi Facebook, ahora lo hago aquí, ya que pocos amigos de blogs lo vieron allí. 

Te saludo visitante...deja tu comentario si gustas. 

sábado, 15 de octubre de 2016

Rápido de reflejos.

Siempre he sido de rápidos reflejos, aunque hoy no voy a decir que sea igual. De las anécdotas que tengo en mi historia les voy a contar la siguiente. Hace muchos años atrás llegamos con mi mujer y mis dos hijos a la casa de unos amigos, Gloria y Miguel, que viven en la Ciudad de Rosario, a poco más de 300 kilómetros de Buenos Aires. Era una tardecita de sol otoñal. Luego de abrazos y besos nos comentaron que su hija mayor Jakeline iba a dar una prueba de natación en la escuela. Dijeron que iban a ir para allá – Bueno, afirmé, bajamos las valijas y los llevamos. Así fue, con la guía de Miguel llegamos al parque de la escuela. Descendimos del automóvil, y nos acercamos a la pileta que tenía unos 15 metros de largo rodeada por un cerco de rejas de 1,50 metros de altura.

 Muchos familiares estaban arrimados a la reja. A los 15 minutos, cuatro niñas estaban preparadas para lanzarse al agua, entre ellas la hija de nuestros amigos. Cuando la maestra dio la orden, se arrojaron a la pileta, tres de ellas se sumergieron apareciendo en la superficie  y nadando pero Jakeline no subía, sino que por el contrario descendía.

Me apoyé en la baranda y de un salto quedé en el borde de la pileta, en ese instante tomé conciencia que no me podía tirar al agua porque no sabia nadar. Se arrojó al agua la profesora ayudando a su alumna que se había llevado un  gran susto. Cuento esto, porque mi amigo Miguel sabe nadar, y muchos de los presentes posiblemente también, pero ninguno se movió, el que reaccionó en segundos ante el peligro fui yo, sin darme tiempo a pensar que no nadaba. Mas tarde volvíamos todos juntos riendo por lo que había ocurrido. Años después  fui a aprender a nadar, hacerlo me produjo un placer increíble. Las cosas que aprendemos de adultos las valoramos más, porque en realidad son más difíciles, como manejar un auto o una bicicleta.

Amigo visitante, hago acto de presencia con este texto, agradezco tu visita y te dejo un saludo.