lunes, 30 de enero de 2017

El destino los unió.


Lucía llevaba seis meses viviendo en esa casa del Barrio de Palermo, su padre era un empresario de muy  buena posición económica. No había hecho amistades nuevas, en realidad era por su culpa ya que no saludaba ni a los vecinos más cercanos. Algunos la consideraban una engreída y daba motivos para ello. Ella estudiaba Ciencias Económicas y desde que se mudaron allí había quedado distanciada de las amigas con las que solía salir. Ese sábado de enero a  la una de la madrugada se encontraba sola en la casa, estaba en el dormitorio de la planta alta, tendida en la cama en su bombacha y corpiño negro, que resaltaba el blanco de su piel. Escuchaba música a la luz de un pequeño velador de mesa, de pronto le parece escuchar un ruido, baja el volumen para prestar atención y no escucha nada. Sigue con la música, hasta que cree escuchar un ruido nuevamente. Esta vez baja el volumen, se levanta, abre despacio la puerta de su dormitorio, asoma la cabeza y  ve el movimiento de linternas en la planta baja de la casa. Horrorizada, su corazón comienza a latir aceleradamente. ¡Qué hago! ¡Qué hago! Pensaba para sí, cierra con llave y retrocede hasta el ventanal de la habitación, sale al balcón, quería huir desesperadamente, mira el balcón vecino, estaba a un metro del suyo. Se para sobre la baranda y salta, queda agarrada de la baranda del otro hasta completar la subida. Iba descalza y con un raspón en la rodilla, su estado físico era muy bueno por la práctica de hockey sobre patines que hacía.

 Frente al ventanal, corre la hoja de aluminio e ingresa. Una luz difusa, le permitió ver a alguien acostado en la cama. Entre el miedo y la desesperación sacude los hombros del durmiente. El que estaba acostado salta como un resorte, incorporándose. Eh! Eh! ¡¡Que sucede!! Prende  la luz y ve a la joven semidesnuda frente a él. ¿Qué es esto? Pregunta. ¿Una broma?  O un regalo,  afirma ya con una sonrisa. Lucia no sabía si cubrirse o hablar, pero pronto le dijo. Soy tu vecina de al lado, entraron ladrones a mi casa, escapé hacia la tuya. El se levantó, era un joven de cuerpo atlético y bronceado. Le tendió la mano, soy Marcos, dime ¿Están ellos allí ahora? Si, si, de allí vengo huyendo. Pues bien, llamo ya al 911 y en minutos llegaran. Luego de llamar, explicar la situación  y dar la dirección. Toma de la mano a Lucia y juntos van a la cocina del departamento. Allí le dice que  se quede tranquila, que van a tomar un buen café y pronto esto pasará a ser un mal recuerdo. En tres minutos estaba sirviendo los cafés, al ver su rodilla le dijo - Si me permites te pasaré un algodón con desinfectante para mejorar pronto tu herida. Ella accedió, el suavemente limpió la herida, y terminó poniéndole una gasa con cinta adhesiva.


Marcos dijo luego, esta situación es increíble, estamos aquí  los dos en paños menores, te veía cuando salías pero tú ni mirabas –Si, disculpa, me mudé enojada con mi padre, eso mantenía mi mal humor. Ahora no tengo más que agradecimiento hacia ti. Marcos la miró, pensó lo bonita que era, sonrió, y terminó buscando en su placar un pijamas para que se ponga Lucia, luego de ponérselo parecía embolsada, el recogió la botamanga de los pantalones, ella el largo de las mangas. Desde la ventana vieron el movimiento policial, y como los delincuentes salían y se entregaban ante el cerco de seguridad creado. A partir de allí bajaron y se presentaron a las autoridades, que les tomarían declaraciones en la seccional. Lo único que pidieron es que les dejaran vestirse para ir a declarar. Antes de separarse Lucía le dio un beso en la mejilla a  Marcos, quién le dijo, pronto nos veremos fuera de este embrollo… Será un placer afirmó ella… y aquí comienza una nueva historia entre dos almas que se conocieron en circunstancias poco comunes.  

Te saludo amigo visitante, escribo poco pero aún estoy en el ruedo...