jueves, 19 de septiembre de 2019

LA PULSEADA

Recuerdo que a los 14 años, estando en los tres meses de vacaciones del secundario ingresé a trabajar en un taller metalúrgico. Eramos ocho operarios, yo manejaba un torno revolver, así se llama. A la hora de almorzar, nos sentábamos a una mesa con las viandas que cada cual había llevado. 

Un día estando allí, Pedrito que tenía mi edad me preguntó ¿Quieres jugar una pulseada? Antes de que pueda contestarle, saltó Rubén diciendo con una sonrisa ¿Porqué no juegas conmigo? Era un muchacho de 35 años, se veía fornido.  Acepté, pusimos nuestros brazos sobre la mesa, nos tomamos de las manos . Miré a Rubén a los ojos, seguía con su sonrisa. Alguién gritó el ¡¡Ya!!


Los brazos se pusieron tensos, mi rival iba aumentando su presión sobre el mio. Su músculo se elevó como una pelota. Yo era delgadito.  No nos movíamos de la posición inicial, gotas de transpiración comenzaron a caer de su frente, la sonrisa se le había ido. Comencé a aumentar más mi presión y le fuí llevando el brazo hasta que su mano dio contra la mesa.
 Rubén se levantó enojado diciendo - ¿Cómo este pendejo me pudo ganar a mi.? Pedrito dijo a su vez...Y yo, que quería jugar contigo. Ellos no sabían que yo había trabajado casi un año en el reciclado de una casa que mi padre había comprado. Entrar miles de ladrillos, carretillas de arena, bolsas de cal y de cemento me habían forjado. Con el tiempo tuve otras pulseadas con hombres que podían levantarme en el aire y arrojarme lejos...Pero nunca me ganaron una pulseada, no se de donde viene la fuerza. Ahora llevo tiempo sin pulsear,  mejor que no lo haga, para cuidar mi espalda..

Saludos visitante, he pasado para dejar mi huella por aquí.