Mi niño entró con dos amigos suyos, estaban alterados,
conmovidos. ¡¡La mataron, la mataron!! – repetían.
Tranquilos ¿Qué ocurrió? ¿A quién
mataron? – pregunté. A la paloma, unos chicos con gomera le tiraron y la
mataron, quedó allí en la calle – lo decían a dos voces. Salí con ellos a la
acera, pude ver alejarse a los otros, eran cuatro con gomeras (hondas)
por su aspecto no eran de la zona. ¿Por qué mataron la paloma? – me preguntaban
los niños. Porqué sus padres no les han enseñado el valor de la vida, ni del
amor por cada cosa que la naturaleza nos da para cuidar – respondí. Estaban muy
compungidos, nos paramos alrededor de la blanca paloma que yacía inerte en el
suelo. ¿Quieren que la sepultemos? Si, si, aquí la van a pisar los autos –
respondieron. La tomé en mis manos trasladándola… con una pequeña pala cavé
debajo del árbol de sauce que se hallaba en nuestra acera. Allí la dejamos, cubriéndola
de negra tierra fértil, uno de los niños
armó una pequeña cruz con dos ramitas y la colocó en el lugar. ¿Porqué esos
chicos son tan malos? Volvieron a preguntar. Seguramente porque les falta amor
de sus padres, si siguen así, tal vez en
un par de años se estén drogando o asaltando gente – comenté. Los niños
pudieron apreciar el bien y el mal, la sepultura de la paloma les dio un poco
de consuelo.
La violencia a veces comienza desde la niñez, otras se
adquiere en el camino de la vida.
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