Esta historia es dura pero sucede en la vida. Carmen y
Ofelia habían disfrutado de una noche espectacular en el boliche bailable al
que habían concurrido. Bailaron a morir y tomaron algunas copas de más de coca
con Fernet. A las cinco de la madrugada
se retiraron del lugar, al llegar a la esquina, ven acercarse el bus que las
llevaría a sus casas. Vamos, vamos, rápido -dijo Carmen, nos salvamos del taxi…
al momento estaban cómodamente sentadas en el colectivo que llevaba a solo seis pasajeros adormecidos. En 30 minutos
llegaron a destino. Descendieron y caminaron juntas por dos calles, allí, frente a la casa de Ofelia se despidieron. Carmen
debía caminar una calle y media más para llegar a su edificio de apartamentos.
Así, iba caminando un tanto obnubilada por el cansancio y las copas de más, la
calle estaba desierta, una fina llovizna comenzaba a caer, apuró sus pasos. Al
pasar por el Hall de entrada de un edificio, una mano brutal la tomó del brazo,
mientras que con la otra le tapaba la boca y la atrae bruscamente hacia adentro
del hall manteniéndola apretada contra la pared. Un hombre que le llevaba una cabeza de altura
le dice. –Nena, no digas nada o te aplasto la cara.
Mientras con la mano izquierda le tapaba la boca, su derecha
la introduce por su escote para acariciarle los senos. Luego la besó
brutalmente, introduciendo la lengua en
su boca, ella atinó a mordérsela. Él con un gruñido le dio un fuerte cachetazo
que la dejó totalmente aturdida y con
los labios sangrando. Carmen sintió que
le bajaba la corta pollera roja, rompió en llanto - ¡No! ¡No! ¡¡Por
favor!! Alcanzó a decir, la bestia le pasó
la lengua por la cara. Cuando estaba por bajarle la otra prenda… en ese momento
se escuchó un chasquido y un golpe seco, ella alcanzó a ver
que algo golpeó en la sien del hombrón. Este trastabilló para un costado, recibió
enseguida un segundo golpe de cachiporra
del otro lado de la cara que terminó
desmayándose sobre el piso. Carmen no salía de su conmoción, había estado a
punto de ser violada, mientras subía sus ropas, ve a un hombre joven parado en
la vereda que guardaba una cachiporra. ¿Estás bien? Le pregunta. Ella no puede
hablar del susto. No temas, repite el hombre, me llamo Juan, soy el sereno de
la obra de aquí cerca, me da por caminar y vi lo que te pasó. ¿Quieres ir a tu
apartamento sin más? ¿O quieres que llame a la policía para denunciar a este
hijo de perra? - Quiero lavarme la cara y bañarme - afirmó ella, pero esté
canalla no puede quedar libre para atacar a otra, llámala por favor.
Juan marcó el 911 hizo un relato corto de los hechos, a los
cinco minutos un móvil de la policía estaba en el lugar. Todos juntos fueron a
parar a la comisaría, al atacante, ya medio despierto lo llevaban en otro
vehículo policial. Un policía quedó en lugar de Juan custodiando la obra
mientras él iba a prestar declaración. Después
salió a relucir que el atacante tenía antecedentes penales por robos y que estuvo preso por violación, hacía una
semana que había salido de la cárcel. Carmen
le dijo a Juan, - de no ser por ti, me habrían arruinado la vida.
Le dio un beso en la mejilla y terminó diciendo – menos mal que hay hombres como tú. Mira las tontas
como yo, que por no tomar un taxi me pasó lo que me pasó.
– Tú no eres tonta, has hecho lo que debía ser
normal, lo malo es que las bestias como la que te atacó, anden sueltas por la
ciudad. Un violador debe tener prisión perpetua, es como un adicto, pero no se
recupera jamás y vuelve a violar, creen
que la mujer es un objeto del que ellos pueden disponer. - Lo que han violado
son tus derechos a ser libre. Un coche policial los llevó a sus domicilios, ya
eran las 11 de la mañana del domingo. Un día que Carmen jamás olvidaría…
Amigo visitante esta es la primer historia que escribo luego
de unos meses, las últimas eran tomadas de mis archivos. Deja tu comentario si
gustas…