Marcos llamó
a Pablo su compañero de andaduras para
ir al baile, la respuesta fue un hoy no
puedo… tuve un día de locos. Marcos no iba a perderse de salir, ya se había afeitado y duchado.
Rápidamente se vistió de elegante sport, sabía que una hora antes del inicio
pasaban una sucesión de lentos y medio lentos. Llamó un taxi y en veinte
minutos descendía, ingresaba al restobar, abonaba la entrada y pasaba del
primer salón al segundo. Le echó una mirada panorámica al lugar, la tercera parte
de las mesas estaban ocupadas, en una, cruzando el salón, directo frente a él
se hallaba sentada una bella mujer en una mesa para cuatro. Se acercó y
preguntó… ¿Me puedo sentar aquí? No hay problema, estoy sola…contestó.
Hace calor, te parece que pida una
botella de jugo de pomelo bien fría… volvió a preguntar. Cómo gustes, respondió.
Él fue al mostrador y volvió con una botella y dos vasos, la destapó
sirviendo a ella y luego su vaso. Sabes venir aquí preguntó, a veces, la
última vez vine y nadie me sacó a bailar. (Sonaba
una música de bolero hermosa) Ya te invito espetó, salgamos ahora. Ella lo miró un
tanto sorprendida, bueno, vamos. Salieron a la pista comenzando a bailar,
juntitos, muchos ojos los miraban, eran los únicos. A ellos no les importaban
las miradas, estaban en su mundo mágico, él le decía palabras al oído y reían
los dos.
Seguía
llegando gente y ellos eran los dueños de la pista. Muchas mujeres sin pareja
que llegaron con amigas le echaron el ojo a Marcos, que era suelto para bailar
y hablar. Volvieron a su mesa, ella
permaneció con la boca cerrada, ni un ¡¡Gracias!! Dijo.
Una media hora después Marcos
ubicó un rostro angelical de piel morena, con un vestido blanco, compartiendo
mesa con dos amigas. Ya varios bailaban en el salón, él fijo su mirada en ella
y esperó y siguió esperando hasta que la mirada de ella se posó en él. En el
instante preciso sus labios preguntaron ¿Bailas? Ella asintió con un movimiento
de cabeza y bailaron sueltos, con mucho ritmo, eran los mejores, moviendo pies,
piernas, cintura, y ella sus caderas mientras él desde atrás la veía y
admiraba. La música continuaba con ritmos que los acercaban, en esos momentos
él le hablaba y preguntaba. Cuando llegó un lento, él se arrimó y ella le puso
la mano en el pecho, un no más de aquí significaba. La noche transcurrió y
siguieron saliendo al baile entre ellos. Al cierre y despedida él salió del
lugar con el número de celular de ella, fue como tocar el cielo con las manos. Lo
que tenga que ser será, pensaba para sí.
Te saludo
visitante.