Escena 1) Era un viernes de
abril, Lucía salió temprano de la compañía de seguros en que trabajaba, a las
dos de la tarde pasó a retirar del garden a su pequeña hija Rocío. Al verla,
llenó de besos su carita, mientras la niña le contaba como había pasado su día.
Caminaron dos calles llegando al parque con juegos. Todos los viernes lo
hacían, la sentó en una de las hamacas impulsándola, en sus vuelos la niña reía y pedía – más
ligero mamá, más por favor…luego de unos diez minutos la llevó hasta las
escaleras del tobogán con varias bajadas. Rocío presurosa subía una y otra vez
al igual que otros niños. Una señora mayor que había traído a su nieto, tropezó
y cayó al piso al lado de Lucía, ella prestamente comenzó a ayudarla a
levantarse. Con cierta dificultad por el peso de la mujer, con otra joven madre
la pusieron de pié. Lucía, volcó entonces su mirada hacia el tobogán, la
angustia la invadió, no veía a su niña, su corazón se estrujó.
Escena 2) Fernando estaba en el parque
a la hora que llegó Lucía, había llevado a Diego su pequeño hijo de cinco años,
le echó una mirada a la mujer y a la
niña cuando llegaron, luego siguió atento a su hijo. En un momento los dos
niños se encontraron en la escalera del tobogán, riendo subían y se arrojaban
uno detrás del otro. Un hombre robusto se paró al lado suyo, Marcos recibió a
Diego que estaba eufórico, al descender
la niña, el hombre le pone un juguete en la mano y la toma de la otra llevándosela. Era el
preciso momento en que Lucía quedaba distraída por la mujer que cayó a su lado
- Marcos se vuelve y le pregunta ¡¡Ey!! ¡¡Ey!!¿Quién es usted? ¿Por qué se
lleva a la niña? El hombre sin responder, corre con la niña en brazos hacia un
furgón blanco, éste lo espera con la puerta corrediza trasera abierta. Se escucha
el grito de Lucia, llamando a su hija. Marcos reacciona de inmediato, corre
tras el hombre, como jugador de rugby que había sido, se arroja a sus piernas y lo voltea. La niña
cae llorando, el hombre se desprende, sube al furgón que arranca y se aleja
velozmente. Marcos grita ¡¡¡hijo de perra!!! Levanta a la pequeña y la pone
en brazos de Lucia que llega junto a ellos. Toma su móvil, marca el 911
avisando a la policía del intento de robo de la niña, pasa la patente del
vehículo, y la dirección en que iba. Lucia abrazaba a su hija y lloraba – tengo
la culpa, fui descuidada - decía. Ven – replicó Marcos, sentémonos en ese
banco, los niños están bien, no te eches culpas, estos delincuentes asechan, pero mal les ha ido aquí. Las dejó
llorar un rato juntas. Pasó un vendedor ambulante, le compró cuatro paquetes de
pochoclo – rosquillas de maíz blancas, repartiendo una para cada uno. Ellas
secaron sus lágrimas y Lucía esbozó una
sonrisa. Eres un dulce, salvas a mi niña
y nos compras rosquillas. Y todavía nos falta tomar un café – respondió él,
pronto pasa el hombre con los termos.
Continuaron hablando
animadamente, él les hacía bromas que provocaban sus risas. Ella le contó que estaba
divorciada hacia dos años. El, que se había separado de su mujer tres años
atrás, que ella había preferido su carrera en Recursos Humanos de un
Laboratorio Medicinal antes que a su hijo. Actualmente estaba radicada en
Londres. Siguieron hablando de sus gustos en películas, música, teatro… de los
miembros de sus familias, anécdotas de los niños. Sonó el móvil de Marcos, la
policía le avisaba que los delincuentes habían sido detenidos, tenían
antecedentes, le pedían que pase a atestiguar al día siguiente. Impulsiva mente
al decírselo se abrazó con Lucía, festejando la detención de esos pervertidos,
el perfume de ella embriagó sus sentidos. Más tarde se despidieron, ella caminaba
despacio con su niña de la mano, pensaba en la tranquilidad y seguridad que le
transmitía Marcos. Él camina en sentido contrario, con los ojos y la risa de
Lucia en sus pensamientos. De golpe se detiene, da la vuelta y la llama en voz alta por su nombre, ella lo espera. Cuando la alcanza le dice, los
niños se llevan muy bien, que te parece si los llevamos al cine este sábado.
Ella sonríe como un sol, se pasan sus móviles
para volverse a encontrar. Mientras se aleja, ella piensa para si – que
excusa ha dicho jajaja, que los niños se llevan muy bien jajaja, es cierto –
Pero creo que nosotros dos también nos
llevaremos muy bien, se dice para sí con un nuevo brillo en la mirada.
No hay que perder de vista a los
niños, los pequeños dependen totalmente de nosotros, los adolescentes también
corren riesgos. El cuidado de nuestros hijos dura mientras las fuerzas nos den.
Te saludo amigo visitante, deja
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