Martin llegó a ese balneario de la costa atlántica escapando
del ritmo frenético de la gran ciudad.
Descendió del Micro de larga distancia en la terminal, allí le entregaron su
maleta. Con ella se acercó a una parada de taxis. Allí tomó uno que lo hizo
llegar hasta el apartamento que le había prestado Juan, un amigo de años.
Llegaba cansado, bastante estresado y un tanto melancólico, esto debido a la
ruptura de su relación con Laura un año atrás. Un día ella se le plantó y le
dijo ¡Esto no va más! Y partió, aparentemente enamorada de un músico con buen dinero.
Llegó al apartamento que quedaba a una cuadra del mar. Tenía dos plantas con
seis apartamentos arriba y seis abajo. Cruzó la puerta del vestíbulo,
accediendo a la escalera, delante de él subía una joven con un short corto de
jean, con flecos finitos, llevaba un Top que dejaba a la vista su cintura.
Mientras subía, Martin no pudo dejar de mirar ese trasero tan bonito, y sin
pensar en nada…sonrió.
Al llegar arriba caminaron por el pasillo, ella se da vuelta, luego de una rápida mirada
escrutadora…pregunta. _ ¿Estás arribando? Si, voy al Apartamento seis. – Ah
Mira! yo estoy en el siete - ¿Estás sola? – Si, llegué hace dos días, espetó ella. Extendiéndole la mano le dice, me llamo Verónica… ¡bienvenido! Con
una sonrisa que al él le pareció un sol. – Yo, Martín, replicó mientras apretaba su mano con
la suya. Se miraron dos segundos con esa mirada que todo lo ve, hasta el alma
del otro. Luego de unas buenas noches, cada uno ingresó a su lugar. Eran las 22 horas de un viernes de otoño, la noche
estaba raramente muy calurosa.
Martin apoyó su maleta sobre la cama, se quitó
la ropa, quedando descalzo y en eslip. Ordenado como era, sacó todo lo de la
maleta, acomodando cada cosa en su lugar. De las etiquetas pegadas en la
heladera, llamó a un restaurante cercano pidiendo su cena, acompañada por un
vino Malbec y un poste helado. Mientras
aguardaba la entrega, se colocó el saco del pijama saliendo al balcón. El ruido
del mar le transmitía calma y energía a la vez. Se encontraba apoyado en la
baranda, cuando Verónica asomó en el balcón vecino. Una camisa de seda
transparente cubría su pecho, la poca luz no le permitió ver si tenía corpiño o
era color carne. ¿Qué haces? – inquirió ella. Aguardando mi cena – Respondió
él. La noche no está para acostarse temprano ¿No quiere caminar por la playa
luego? – Me gusta la idea, replicó Martin, en cuanto me libero golpeo a tu
puerta ¿Si? – Te espero, dijo ella, con un sugestivo…. ¡No tardes! Martin sintió
que estaba saliendo de su letargo, entró al baño y se dio una ducha rápida, el
espejo reflejaba el ancho de su espalda y sus musculosos brazos, producto del
gimnasio y torneos de natación. Al salir, se enfundó una bermuda gris ceniza y
una remera azul mediterráneo.
Al toque llamaron a
su puerta, era el delibery, le dio una propina al chico y en instantes se hallaba cenando. Minutos
más tarde, luego de ponerse su perfume “matador”, golpeó en la puerta
siete…Toc…Toc…al abrir la puerta Veronica se le presento con un minishort
blanco que dejaba a la vista unas piernas esculturales, largas y bronceadas.
Llevaba un moderado escote bajo una camisa transparente. ¡Te ves muy bien –
Espetó Martin. Tú también replico ella. Juntos caminaron hasta la playa dejando
atrás los altos médanos de arena.
La luna tacaña permitía ver los cuerpos pero no los
rostros con nitidez. Martin se quitó las zapatillas diciendo que quería sentir
la arena bajo sus pies, ella hizo lo mismo. Caminaban conversando durante todo
el camino. Ella preguntó ¿Qué edad tienes? 47 dijo él. Yo 25 replicó ella, pero
a ti no te daba más de 35….Jajaja Gracias, me halagas. Y así seguían caminando
a orillas del mar que en su ir y venir mojaba hasta sus tobillos. Él le contaba
anécdotas que la hacían reír, gustándole su risa que brotaba a borbotones. De
pronto Verónica se detiene, levanta su blusa y le pide que le desbroche el
corpiño. Eh! Eeee! ¿Te lo quieres quitar.? .- Si, es un lugar desierto, me
gustaría sentir la brisa en mi pecho ya que no tengo muchas oportunidades de
hacerlo. Martin con manos nerviosas lo hizo. Ella se dio media vuelta y mirándolo de frente preguntó ¿Me veo
bien?- Bueno, supongo que si, pero casi no veo nada en esta oscuridad afirmó
él. – Pues toca hombre, a ver qué te parece, él dudó. – Anda, dale… insistió
Verónica. Martin tocó, encontrando unos pechos firmes, bien parados y no muy
grandes. – Niña, puedes estar orgullosa de lo que tienes, comentó, y tras decirlo, la tomó de la cintura
arrimándola a su cuerpo. – Oye. Ey! Ey! Para, para!! Que recién te conozco, te
permití tocarme porque eres un hombre maduro, no como esos jóvenes bobos y
apurados que conozco. ´Disculpa, me dejé
llevar, no volverá a ocurrir. Puedes estar tranquila conmigo, no haré nada que
tú no quieras.
Siguieron caminando en silencio, a unos cien metros se veían las
luces de un bar. Ella le pidió que le abroche nuevamente el corpiño, al llegar
decidieron tomar una sidra helada. La una de la madrugada los encontró en el
camino de regreso. Cuando estaban llegando ella lo tomó de la mano. Él no hizo
comentario alguno. Luego de subir y caminar por el pasillo se detuvieron frente
a la puerta siete. El soltó su mano diciendo, he pasado una noche muy feliz
contigo, ni soñaba con esto. Buenas noches, ¡que descanses!…Ella lo tomó del
cinturón pegándolo a su cuerpo, alzándose en puntas de pié lo besó. El no perdió
tiempo ahondando su beso en esa boca de fresa y miel. Luego de abrir su puerta
ella preguntó. ¿Quieres entrar? Martin la levantó como a una pluma en sus
brazos, entraron riéndose como las almas felices que eran. Seguramente como
tormenta de mar, entraría en las playas ardientes de ella. Pero lo dejo en la
imaginación de los amigos lectores…yo no lo describo, haber si me censuran
jajaja.
Luego de pasar unos días en el mar, escribí varias
historias, las iré editando de a una por semana. Las musas me acompañaron,
siempre hay algo de realidad y otra parte de ficción en las historias, pero es difícil saber la
verdad.
Te saludo amigo visitante!!