El se puso de pié, echó mano a algo que llevaba en la
cintura y caminó hacia adelante, al pasar junto a ellos vio que el pelado le
estaba metiendo la mano por debajo de la falda a la mujer.
No alcanzó a
pasarlos un metro y se dio vuelta velozmente revoleando una cachiporra con una
bola de acero en la punta que dio en la sien del pelado. Éste aulló de dolor, el
otro se puso de pié y le tiró un golpe que alcanzó a esquivar, no le pegó en el
rostro pero si en el hombro y le hizo trastabillar. Enseguida se enderezó y le
revoleó la cachiporra al otro, dándole de lleno entre la nariz y la boca.
Comenzó a sangrar mientras caía nuevamente sentado y pudo haber perdido algún
diente. Marcos siguió revoleando, les dio en los pómulos de la cara y en las
rodillas para que no pudieran caminar. Los gritos de dolor y los insultos
brotaban de las bocas de los cobardes que querían abusar de la mujer. Le tomó
la mano a la joven y se la llevó prestamente del lugar, desde el siguiente
vagón bajaron en la primer estación en que se detuvo el tren. Corrieron por el
andén, descendiendo hacia la calle.
Recostados sobre una pared se dieron un respiro. Me llamo
Marcos ¿y tú? Inquirió él. Carmen, respondió ella que temblaba como una hoja y
se largó en llanto. El la arrimó contra su pecho y la contuvo unos minutos.
Mira, le dijo, ya pasó todo, pero nunca salgas sola tan tarde, no subas a un
vagón desierto, si se vacía te cambias a otro que tenga más gente. Pareces mi
padre replicó ella entre lágrimas, yo
estaba cuidando a mi abuela y se me hizo muy tarde, pero ¡¡Nunca más!! Tampoco te bajes nunca en esta
estación porque estas bestias nos pueden buscar por aquí. ¿Dónde vives? Preguntó
Marcos. Siguiendo paralelo a las vías unas diez calles…respondió. Pues
caminemos. Fueron hablando de sus vidas durante el camino, el tenía 35 años,
era músico y ella 39 era bióloga, sin pareja actual ambos.
Llegaron a una bonita
casa con jardín. Aquí vivo dijo ella, entonces me despido afirmó él. No, no, es
tardísimo, mejor quédate, tengo una cama
grande para ti, la utilizan mis padres
cuando me visitan, mañana saldrás desde
aquí a tus actividades. Voy a aceptar porque me duele mucho el hombro,
respondió él. Una vez en el interior ella le pidió que se quite la camisa para ver
el estado del hombro…¡Hum! No me gusta nada. Ve al baño te pegas una ducha y
luego te aplico una crema analgésica, le alcanzó un pijama de su padre, te lo
pones luego de ducharte. Marcos accedió a todo lo que ella le decía. Luego, mientras le ponía crema y una gasa en el hombro le repetía
¡Gracias! ¡Gracias! De no ser por ti…. No tienes que agradecer era mi
obligación…. Y ahora ya me voy a mi
cama, estoy rendido. Ella entró a
ducharse, quería lavar la presencia de esos hombres de su cuerpo. Cuando
terminó se calzo un pijama rosa y se fue
a su cuarto a descansar. Paso una hora y Carmen no podía pegar un ojo de sobresaltada que estaba, imaginaba que esos
hombres brutales, abusadores,
ingresaban a la habitación. Finalmente pensó que no dormiría
nada, se levantó, acercándose a la cama
de Marcos, le dio un beso en la mejilla
y se acostó junto a él pasando su brazo por encima de su espalda.Cerró los ojo y le pareció ver fuegos artificiales como cuando era niña, se sintió protegida, en unos minutos más se durmió......